Cierto rey decidió domesticar un lobo y convertirlo en su mascota. Este deseo se basaba en la ignorancia y la necesidad de ser aprobado o admirado por otros: una causa común de muchos de los problemas de este mundo.
Hizo que le quitaran a una loba uno de sus cachorros al nacer y lo crió entre perros mansos.
Hizo que le quitaran a una loba uno de sus cachorros al nacer y lo crió entre perros mansos.
Cuando el lobo creció, lo llevaron al rey, y durante muchos días se comportó exactamente igual que un perro. La gente que vio este asombroso hecho quedó maravillada y pensó que el rey era un prodigio.
Actuando según esta creencia, convirtieron al rey en un consejero respecto de todos sus asuntos, y le atribuyeron grandes poderes.
El rey mismo creía que había ocurrido casi un milagro.
Actuando según esta creencia, convirtieron al rey en un consejero respecto de todos sus asuntos, y le atribuyeron grandes poderes.
El rey mismo creía que había ocurrido casi un milagro.
Un día, cuando estaba cazando, el rey oyó que una manada de lobos se acercaba. A medida que se aproximaban, el lobo manso saltó, gruñó mostrando sus colmillos y corrió a darles la bienvenida. Un minuto después había desaparecido, regresando con sus compañeros naturales.
Este es el origen del proverbio:
“Un lobezno siempre se convertirá en lobo, aunque sea criado entre los hijos del hombre.”
El camino del Sufi
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